de Joaquín Vásquez Aguilar
por todos los mares ha andado mi padre
por los de la sangre de su próstata muerta
por el de las doscientas gruesas de bagre cuando
pescaba con mi tío Ventura allá en Garcilla,
en el estero
de la Joya, hará unos treinta años
por el de la Ciudad de México, a la que no quería
ir porque decía que iba a morirse de frío, de ruido,
de aplastado
por el de sus inevitables borracheras antes de que lo
operaran (¿qué pescador no se ha emborrachado
nunca bajo
los mangos y las palmeras, entre mortuales
y casorios?)
por el gran mar de mi abuelo
rodeado de espantos y respeto,
fundador de Cabeza de Toro y de nosotros
por el de mi madre
costilla para siempre de su cama
de su quehacer
de su vejez
por el del pueblo
del que conoce muy bien sus juntas ejidales
sus difuntos
su condición de pequeño juguete de la política
por el de sus compadres innumerables
y también por los mares del canto de Jack London
en los que gusta internarse por las tardes
acostado en su hamaca
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