taller tropical de tejido y bordado. Entrada libre.

martes, 2 de abril de 2013

Voy a extrañarte mucho, le dije.
No te creo.
Es verdad. Me harás falta.
Tengo la costumbre de encontrar gente
y decirle adiós muy pronto, respondió.
La luna se mecía detrás de nuestros hombros.
Aunque tal vez te extrañe.
¿Has notado que tus ojos son del color de tu cabello?,
pregunté mientras tomaba fotos de la Alhambra.
Ven, dijo.
Y le seguí como un aroma por las calles de Granada.

viernes, 12 de octubre de 2012

Agua de Mango en la FIL Monterrey 2012


 ¡Ya está lista el Agua de Mango para quien guste!
En la presentación del libro estaremos Xitlally Rivero, Ingrid Bergman y un servidor, el día domingo 21 de octubre a las 18:00 en la sala 102 de la Feria Internacional del Libro Monterrey 2012, en CINTERMEX.

¡No falten!



" ― Yo nunca. Pero mi abuela vio uno en su cocina, cuando era niña. Resulta que una vez se levantó en la mitad de la noche, porque había escuchado un ruido raro, como los pasos de un perrito con las uñas largas. Pero sucede que no había ni perros ni gatos en la casa. De puntitas, salió de su cuarto, caminó a la cocina y vio una sombra pequeñita sobre el desayunador, en el mero centro, encima del frutero. Se movía y hacía ruidos comiendo con prisas una de las frutas. Se oía claramente cómo los dientes se encajaban y masticaban la pulpa de forma voraz, con el hocico abierto. Ella pensó que se trataba de una rata, así que sintió repugnancia. Se dio la media vuelta y soltó un “qué asco”, en voz muy baja; entonces, una voz chillona le contestó: “Nada de asco, princesita. A mí me encantan los duraznos”, y después soltó una risita burlona. Mi abuela dice que del susto no pudo moverse del marco de la puerta y que, con sus manos retorciendo el camisón, volteó rápidamente y el duende ya no estaba. Pegó un grito y, cuando sus papás bajaron, la hallaron paralizada en la cocina. La regañaron por despertar a todos en la casa y le echaron la culpa de haberse comido los duraznos. Cuando lo cuenta, se pone seria, y jura que vio y escuchó a un duende… y que no fue la única ocasión."

miércoles, 26 de septiembre de 2012

corto es el silencio

Corto es el silencio
y nos alarga.
El pecho se derrama por toda la avenida
soy un jarrón que rueda por el carril derecho
y a los autos se los lleva mi corriente.
Ellos siempre van con rumbo hacia  tu casa
como un banco de peces, como troncos muertos.
Corto es el silencio
y en él me rompo.
Mi piel se pela en tiras como cáscara de plátano
y la gente no se topa con el ruido del desgarro
que se oye más como un silbido de camiones
entre el futbol y los balazos de la tarde.
Los peatones corren cada quien sus vidas
con sus largos pasos evitan a los otros.
Mi cuerpo es un guineo sin cáscara en el piso,
el tiempo un pobre transeúnte que lo aplasta.
Corto es el silencio
y tú me extrañas.
Y yo me voy partiendo en este río que se aparece
como el Santa Catarina, de repente y sin aviso.
Contemplo su caudal encerrado en ese baño
con mi mano en la boca y las tuyas empuñadas.
El agua contenida  es el monstruo subterráneo
que retuerce sus quejidos atorados en mi cuello.
Los mosaicos del baño son la lluvia de septiembre
y mis dedos la presa que no aguanta y se desborda
Corto es el silencio
y yo me tapo.
Me escondo del olor de la casa que no es nuestra
de tu letra por ahí sobre un papel a lápiz
del frío abismo que la noche va silbando
cuando encima de los coches se pasea.
Siguen los perros muriendo atropellados
en esta ciudad salvaje y aburrida
que no es más que un trozo de carne agusanado. 
Y yo voy siguiendo la bulla de la gente,
como chaquiste detrás del sudor de tu frente
como los zombies que salen del estadio
mis ojos corren detrás de sus espaldas
¡qué sed me inspira el bullicio de sus vidas!
y largo y profundo su lago se me extiende.
El aire caliente se nos cuela en la abertura
de las tres de la tarde con todo y su bochorno.
El ruido a esa hora se nos abre como herida
hemorragia de recuerdos como charcos en el piso.
Y yo sigo escuchando tu risa de cabra
o algún celular que suena como el tuyo
y el silencio me visita igual que a un moribundo
y su grosera brevedad me aplasta como un toro .
Corto es el silencio
y me lo pongo.
Amanecí de viaje un día, con otra muda encima
La verdad no me fijé a donde me llevaba
este puto tren de suicidas desertores
pesimistas de treinta años con la vida por delante
viudos del amor, la verdad y la justicia.
Me quedé viendo cómo las puertas se me abrían
y supe sólo que era el tiempo de subirme.
No empujen, no empujen, cristales que se empañan
dejar salir antes de entrar, almohada al hombro
apretando la maleta en mis rodillas.
No puedo despedirme de los árboles difuntos
ni de Plaza Cumbres ni del metro Zaragoza.
No termino de llorarle a tus gruñidos
ni al chiflido intimidante del cerro de las Mitras
y un peón desmañanado me despierta
no quiere que apoye mi cabeza en su ronquido.
Corto es el silencio
y está solo.
Los órganos vitales me hacen compañía
también los empeines, el diafragma y la columna
a mediodía el femoral me apoya y me consuela,
y por la noche mis rodillas me acarician.
Pero siempre llega la hora de la comida
inevitablemente, y el estómago se expande
sale a tragarse la ciudad entera, de un bocado,
me quedo en la mesa con la boca abierta
platicando con las sillas habitadas por la gente
y soy hueco que sentado se contempla.
¿Puedes escuchar el escándalo de vísceras?
como pájaros que huelen un disparo.
La soledad es este hueco destripado
que se sienta con los codos en la mesa
a esperar a que el estómago regrese.
Corto es el silencio
y no me alcanza
el cielo entero, los sueños ni la colcha
para soñar que vuelo lejos de tus dudas
como un cotorro sordo en la parvada.
Y aunque sé que se termina,
me tiemblan los latidos
el eco en mis paredes,
la sangre en la cabeza.
Noto que se muere
y lo tomo por las manos
Corto es el silencio
y yo lo estiro.
Quiero usarlo como sobrecama
y mis pies quedan por fuera
y tengo frío.










jueves, 30 de agosto de 2012

-*-

Negro vértigo de acantilado
eres
sol de tarde en julio que agoniza
tienes
un silencio oscuro de ceniza
dueles
río de polvo y  piedra en el que nado.


todo de ti

quiero saber todo de ti
tu colonia favorita
y la calle de tu casa
y el nombre de tu abuelita

quiero saber todo de ti
quién te plancha las camisas
si te gusta la mostaza
si puedes comer a prisa

quiero saber todo de ti
qué guardas en el armario
el carrito que manejas
si eres libra o sagitario

quiero saber todo de ti
si te gusta ser mirado
si te comes las lentejas
por qué cosas has llorado

quiero saber todo de ti
y olvidarlo todo luego
para volver a seguirte
y empezar todo de nuevo

martes, 28 de agosto de 2012

el fan y el ídolo

Hay un peculiar tipo de belleza en la posición amorosa del fan. Sobre todo, una vez que éste logra asumir que los ídolos se caen, tarde o temprano. Esa conciencia de finitud vuelve al fan asumido un voraz persecutor de la efímera hermosura que con claroscuros se diluye en el tiempo, un devorador y un artista de momentos , un sabio coleccionista, un dedicado investigador, seguidor incansable del apasionamiento, su droga. Por otro lado, su misma posición de insaciabilidad lo vuelve generoso, dadivoso de sonrisas, de admiración y de cuidados, y al mismo tiempo le provee del sufrimiento también punzante que siempre llega con el hambre.

El ídolo, por su parte, participa tejiendo la historia aunque no quiera. Se ve enredado entre los hilos y reacciona. Sus movimientos dejan de condicionar al tejedor y él mismo se coloca en la otra parte del telar. La incertidumbre que emerge entre ambos es un juego breve y etéreo, en el cual cada uno representa un papel  intuitivo ante las reacciones y las miradas del otro. Los ojos puestos atentos condicionan la técnica. Ya sea huyendo despavorido, incapaz de manejar la atención puesta sobre sí, o bien reaccionando con sorpresa y halago ante la misma, la imposibilidad de ignorar por completo lo que el otro le arroja lo hace partícipe de una historia  asimétrica, como el amor mismo.

Ambos se plantean preguntas imposibles.
Ambos escriben un texto improvisado.
Un haikú entre dos.
Un carente microrrelato .

Si ambos logran apropiarse de su correspondiente fugacidad, pueden entregarse al gozo de sus propias voces narrativas. Si esta rareza tiene lugar,  podrían asistir juntos a la caída de la estatua, y se despedirían al término de la temporada teatral, fundiéndose en un bello abrazo luminoso.


lunes, 28 de mayo de 2012

En lo más profundo del océano de mi sangre
y de la tuya
los restos de nuestro único navío
esconden un tesoro indescifrable.
Otros. 
Otros van a descubrirlo.
Otros lo repartirán entre los suyos.