taller tropical de tejido y bordado. Entrada libre.

miércoles, 26 de septiembre de 2012

corto es el silencio

Corto es el silencio
y nos alarga.
El pecho se derrama por toda la avenida
soy un jarrón que rueda por el carril derecho
y a los autos se los lleva mi corriente.
Ellos siempre van con rumbo hacia  tu casa
como un banco de peces, como troncos muertos.
Corto es el silencio
y en él me rompo.
Mi piel se pela en tiras como cáscara de plátano
y la gente no se topa con el ruido del desgarro
que se oye más como un silbido de camiones
entre el futbol y los balazos de la tarde.
Los peatones corren cada quien sus vidas
con sus largos pasos evitan a los otros.
Mi cuerpo es un guineo sin cáscara en el piso,
el tiempo un pobre transeúnte que lo aplasta.
Corto es el silencio
y tú me extrañas.
Y yo me voy partiendo en este río que se aparece
como el Santa Catarina, de repente y sin aviso.
Contemplo su caudal encerrado en ese baño
con mi mano en la boca y las tuyas empuñadas.
El agua contenida  es el monstruo subterráneo
que retuerce sus quejidos atorados en mi cuello.
Los mosaicos del baño son la lluvia de septiembre
y mis dedos la presa que no aguanta y se desborda
Corto es el silencio
y yo me tapo.
Me escondo del olor de la casa que no es nuestra
de tu letra por ahí sobre un papel a lápiz
del frío abismo que la noche va silbando
cuando encima de los coches se pasea.
Siguen los perros muriendo atropellados
en esta ciudad salvaje y aburrida
que no es más que un trozo de carne agusanado. 
Y yo voy siguiendo la bulla de la gente,
como chaquiste detrás del sudor de tu frente
como los zombies que salen del estadio
mis ojos corren detrás de sus espaldas
¡qué sed me inspira el bullicio de sus vidas!
y largo y profundo su lago se me extiende.
El aire caliente se nos cuela en la abertura
de las tres de la tarde con todo y su bochorno.
El ruido a esa hora se nos abre como herida
hemorragia de recuerdos como charcos en el piso.
Y yo sigo escuchando tu risa de cabra
o algún celular que suena como el tuyo
y el silencio me visita igual que a un moribundo
y su grosera brevedad me aplasta como un toro .
Corto es el silencio
y me lo pongo.
Amanecí de viaje un día, con otra muda encima
La verdad no me fijé a donde me llevaba
este puto tren de suicidas desertores
pesimistas de treinta años con la vida por delante
viudos del amor, la verdad y la justicia.
Me quedé viendo cómo las puertas se me abrían
y supe sólo que era el tiempo de subirme.
No empujen, no empujen, cristales que se empañan
dejar salir antes de entrar, almohada al hombro
apretando la maleta en mis rodillas.
No puedo despedirme de los árboles difuntos
ni de Plaza Cumbres ni del metro Zaragoza.
No termino de llorarle a tus gruñidos
ni al chiflido intimidante del cerro de las Mitras
y un peón desmañanado me despierta
no quiere que apoye mi cabeza en su ronquido.
Corto es el silencio
y está solo.
Los órganos vitales me hacen compañía
también los empeines, el diafragma y la columna
a mediodía el femoral me apoya y me consuela,
y por la noche mis rodillas me acarician.
Pero siempre llega la hora de la comida
inevitablemente, y el estómago se expande
sale a tragarse la ciudad entera, de un bocado,
me quedo en la mesa con la boca abierta
platicando con las sillas habitadas por la gente
y soy hueco que sentado se contempla.
¿Puedes escuchar el escándalo de vísceras?
como pájaros que huelen un disparo.
La soledad es este hueco destripado
que se sienta con los codos en la mesa
a esperar a que el estómago regrese.
Corto es el silencio
y no me alcanza
el cielo entero, los sueños ni la colcha
para soñar que vuelo lejos de tus dudas
como un cotorro sordo en la parvada.
Y aunque sé que se termina,
me tiemblan los latidos
el eco en mis paredes,
la sangre en la cabeza.
Noto que se muere
y lo tomo por las manos
Corto es el silencio
y yo lo estiro.
Quiero usarlo como sobrecama
y mis pies quedan por fuera
y tengo frío.