taller tropical de tejido y bordado. Entrada libre.

domingo, 1 de mayo de 2011

Tocan

Eran las tres de la mañana y Julio seguía tocando la puerta, en plena madrugada de la calle. Impaciente, golpeaba cada vez más fuerte, mordiéndose los propios dientes. Algunos vecinos desvelados fingían no escuchar el sonido de las llaves golpeando el portón de metal en el número 1407. Mientras tanto, algunos otros integraban el ruido a sus respectivos sueños, sin darse cuenta.

Inés, la secretaria, se veía encerrada en el baño de la oficina, llorando de angustia y escondida de una balacera que tenía lugar en la acera de enfrente. Estaba acurrucada debajo del lavabo blanco y , con el cabello mojado entre los labios, sostenía la foto de sus padres sobre el pecho.

Doña Puri, la anciana de la esquina, oía a su esposo clavar el retrato de bodas en un muro altísimo, todo hecho de acero. Ella se burlaba discretamente y con ternura de la terquedad de don César, mientras bordaba las chambritas para sus dos hijos casados que vivían al otro lado del metal.

Adrián, el universitario, tenía un examen en cuatro horas. Soñaba que estaba en un salón muy pequeño, como del tamaño de su baño, con catorce compañeros presentando un examen imposible. Ante él, la lista de palabras iba creciendo por sí sola, como una bufanda que se desteje. A cuatro asientos de dónde él estaba, Lulú, su amor imposible desde la preparatoria, golpeaba el mesabanco con la punta de su pluma , para no jalarse ni morderse los cabellos.

En la calle, Julio se sentaba en la banqueta, con la frente colgando como una hamaca entre sus puños.

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